miércoles, 8 de julio de 2020

Tres balazos



Artículo escrito por:

Teniente Coronel Edgar Alejandro Lugo Pereira

MSc. en Historia Militar
IAESEN, junio 2020

"¡Para matar la esperanza, sólo se necesita asesinar al optimista!"

                       Edgar Lugo.

Hace 190 años, por la Provincia de Pasto, atravesando la selva de Berruecos, cabalgaba raudo y veloz, el héroe de Ayacucho e hijo impertérrito de Bolivia.

Su montar un poco desgarbado y con algo de desesperación, denotaba la urgencia de su andar. Su corcel extenuado, resoplaba constantemente, molestando a los demonios de la penumbra.

Era Sucre, adalid invencible, el pequeño David vencedor del gigante Goliath, el verdugo del imperio español agonizante y heredero incuestionable del legado de Bolívar.

Su pensamiento jamás se alejaría de Cumaná, su ciudad natal, dueña y amante de sus querencias sin embargo, sacrificaría todo por cumplir con el designio superior de materializar el proyecto "Gran Colombino".

En el papel, en el discurso y en el accionar, se presentaba como la utopía maravillosa de la construcción de una sociedad justa, equilibrada y amorosa de sus conciudadanos, donde la libertad, igualdad y fraternidad se derramaría sin hacer distinciones entre todos los seres humanos, blancos, nativos precolombinos, negros y mestizos en fin, la panacea absoluta de la equidad Gran Americana.

Antonio siempre fue optimista

Pero alguien tenía que bajar del olimpo y hacer el trabajo rudo, el trabajo fuerte e indeseable, ser el articulador y operador de las órdenes emitidas por la superioridad, ser el artífice que delineará las instrucciones recibidas, sin salirse de la raya, sin obviar los detalles y sin tomarse atribuciones no correspondidas y lo más importante, sin cuestionamientos.

Sucre era ese hombre necesario, "En los momentos de crísis, era necesario", "En las grandes fracturas, era necesario", "En la resolución de conflictos, era necesario".

Lamentablemente se convirtió en el "Enemigo necesario", que tenía que ser vencido a todo trance. Sus enemigos pululaban por doquier, las amenazas eran constantes cómo una filtración de agua, que va erosionando la estructura interna de una pared hasta que inevitablemente la derribará.

Sucre lo sabía, pero decidió vivir a su manera y estoy plenamente convencido que en ese trayecto de su vida fue feliz.

Infelices aquellos bastardos que planearon su asesinato, "Santander", como autor intelectual y financista del hecho. El nefasto de Obando, como incitador y contratista directo de los sicarios encargados de tan macabra tarea, éstos últimos asesinaran al "Abel de América", por 30 monedas de plata, cómo Judas Iscariote vendió a Jesús de Nazareth, en definitiva. ¡Había que matar la esperanza a balazos!

Antonio iba a encontrarse con la inmortalidad.

Antonio iba a entrar en el olimpo de los héroes.

Antonio aún asesinado, viviría en la memoria de los pueblos y amado en la eternidad.

¡¡¡AYYY BALAZO!!!

¡¡¡CUMANÁ, QUIÉN TE VIERA!!!

Bastaron tres balazos.

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