jueves, 4 de julio de 2013

ANÁLISIS CRÍTICO DE LOS SUCESOS DEL 5 DE JULIO DE 1811


Análisis crítico de los sucesos

del 5 de julio de 1811


Escrito por: Teniente Coronel Edgar Alejandro Lugo Pereira

Especialista en Historia Militar

                Corría el mes de abril de 1811, apenas un año había transcurrido desde que los mantuanos materializaron la conjura y posterior golpe de estado que en acción conjunta y combinada entre las fuerzas civiles y milicianas le propinaron al entonces Capitán General español Vicente Emparan. Este suceso de gran trascendencia evoluciono hasta su ulterior resultado por la indefinición política que las cortes españolas encargadas de mantener los derechos del Rey Fernando VII como gobernante de la Capitanía General de Venezuela mostraron, ante la apatía de la regencia y su inclinación tacita y conspicua hacia la ocupación francesa y sus intenciones claras de ejercer el imperio Francés, el dominio colonial americano.

               Era necesario tomar una acción inmediata para evitar que Venezuela en particular se subordinara a las autoridades enviadas desde el reino español, con la certeza, que estas representaban los intereses más oscuros de otra potencia colonial, en espera de obtener beneficios económicos a merced de la provincia. Sin duda que los lideres venezolanos en la impronta de defender sus intereses ganados por su relación comercial con las autoridades españolas depuestas por Francia, generaron un sentimiento contrario a lo esperado ¿Por que no independizarse?

               Primariamente hacerlo de forma paulatina buscando la aceptación de las cortes del rey español, y en el imaginario colectivo del mantuanaje, obtener lo mejor de los dos mundos, ser colonia y a su vez económicamente gozar de cierta autonomía generadas por un espejismo de lealtad a la corona, que más tarde sería recompensada con un status superior en lo que al comercio de ultramar generaría. En fin estaban jugando definitivamente con fuego griego, cualquiera de los escenarios terminaría muy mal, como ciertamente el año de 1812, lo demostraría.

               El arribo a las costas venezolanas del Generalísimo Francisco de Miranda y del Coronel de Milicias Simón Bolívar, cambiaría definitivamente el curso de los acontecimientos que se estaban conduciendo con indecisiones e imprecisiones por parte de la Junta Preservadora de los Derechos del Rey Fernando VII. Hay que recordar que este reyezuelo se encontraba igual que su padre Carlos IV, depuestos y confinados en un castillo francés en Bayona, por decirlo correctamente, presos y cautivos del Emperador Napoleón Bonaparte.

               Sin embargo la moral del pueblo español condujo a sus habitantes a enfrentar la ocupación francesa con una guerra de guerrillas, desatando para las tropas invasoras un infierno representado magistralmente para la posteridad, en grabados y pinturas por parte de Francisco Goya, testigo presencial de los macabros acontecimientos. Esta reacción más tarde, traería un corolario triste y ensangrentado de la lucha por la independencia suramericana, alargando la tragedia social que en principio, acabaría con gran parte de la población venezolana.

               Analizando este escenario, las lealtades se ponen a prueba, y a partir de julio de 1810, los criollos leales a ultranza de la corona española apoyados completamente por el clero y gran parte de la población general, logran alzar en armas a la Provincia de Coro y para someterlos envían al Márquez del Toro a sofocar la rebelión realista, sin embargo este intento patriota fracasa. Es allí cuando se impone la figura militar del Generalísimo, que de inmediato parte en enero de 1811 a terminar la maltrecha operación militar. A duras penas y con grandes esfuerzos, pudo contener. Militarmente mostró la precariedad en donde se sustentaba el incipiente movimiento independentista, que luego le llevaría a la debacle absoluta.

               Precisando el futuro por venir, el 2 de marzo de 1811. Miranda ejerciendo presiones en todos los cabildantes de la junta, logra concretar y declarar en sesión permanente el primer congreso, derogando la figura de la junta preservadora, para iniciar las sesiones que a la postre llevarían a declarar la independencia definitiva a través de la firma del Acta de Independencia en contra de España, hecho acontecido en la tarde caraqueña, del 5 de julio de 1811, considerado por muchos de los congresantes, un documento de alta traición.

               El coronel Bolívar en horas de la madrugada del 4 de julio de 1811 ante la Sociedad Patriótica, (fundada por Francisco de Miranda, con el objetivo de mantener la discusión por la independencia absoluta de España, y presionar con los jóvenes líderes de los movimientos emancipatorios allí congregados, a los congresantes muchos de ellos, con intereses pro-españoles), expresaría lo siguiente:

“…No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no basta? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos. Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos…”

               Sin embargo este grave impulso tomo por sorpresa a los convocados para la sesión del 5 de julio, y ante el congreso El Generalísimo con un arrollador discurso manifestó: “…Insisto sobre la necesidad de ser independientes, de correr los riesgos y gozar de las ventajas de la decisión. Este debate, el más sabio e importante que quizás la América española haya presenciado, debe terminar con la declaración inmediata de la independencia…”  Logrando imponer su autoridad. Miranda convence a todos los miembros del congreso, menos el Padre Maya, realista recalcitrante, para que a la postre, firmaran el acta. Este presbítero trato de abofetear al Generalísimo durante el proceso de discusiones.

               De inmediato se enardecieron las barras exaltadas que fueron arengadas durante meses por las palabras encendidas de nacionalismo y llenas de libertad sobrecogedora por parte de Bolívar, Ribas, Montilla, Palacios, entre otros jóvenes radicales, miembros de la Sociedad Patriótica quienes acompañando a las masas, se encontraban mezclados entre la multitud, ejerciendo presión al populacho fuera del recinto donde los congresantes definían la suerte del movimiento libertario, trayendo como consecuencia la declaratoria de independencia absoluta de la Provincia de Venezuela.   

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