Escrito por:
Teniente Coronel Edgar Alejandro Lugo Pereira
MSc en Historia Militar
16/07/2018.
Encarando una triste realidad
El poder de la palabra es y será por
siempre, el motor que permitirá a la especie humana ocupar el lugar
predominante dentro del orden natural en el planeta tierra. Hemos sido los
únicos vectores que de alguna manera, han conseguido dominar más no controlar,
fuerzas incontenibles presentes en nuestro ambiente. Hemos modelado nuestro
entorno para adaptarlo a las necesidades de la supervivencia de la humanidad.
Hemos pagado con millones de víctimas humanas, además de sacrificar la
biodiversidad, nuestros errores al estar empeñados en conquistarla y todo
gracias al poder de la palabra.
“Sí”. La fuerza de nuestra
comunicación es tan poderosa que bien enfocada y correctamente dirigida, puede
materializar eventos extraordinarios tan complejos que aún con todos los
avances tecnológicos desarrollados a partir de mediados del siglo XX y,
continuados hasta el presente, no logramos darle una explicación, ¡Pero si la
tiene! Lo que sucede es que damos por descontada su influencia porque nos
pertenece, está con nosotros y definitivamente subestimamos su poder.
Cuando usamos el poder de la palabra
correctamente, ayudamos a otros a encontrar su camino, se convierte en guía y
canal de dirección, ¡Es más! Ejercemos influencia en quienes nos escuchan y por
ende, se convierten en multiplicadores del mensaje, fomentándose
comportamientos sociales adecuados hoy en día denominados. “Ética y Moral”.
Lo triste de encararla
Durante nuestro proceso de formación
y educación, función inestimable del núcleo familiar, la siembra de valores
asertivos en la descendencia, permite de hecho, ir modelando el carácter para
darle un envase resistente al uso de la razón.
Muy aristotélico este precepto porque
forjando el carácter del ser humano en proceso de crecimiento y desarrollo se
obtenía a su vez, la maduración de la razón, misteriosa e indescriptible pieza
que existe en nuestro cerebro y que nos hace pensar, cuestionar, analizar,
comprender, desestimar, accionar, clasificar, ordenar, planificar, evaluar,
desechar, priorizar, descartar, anular, encarar, evitar, acceder, perjudicar,
apoyar, prever, actuar y demás adjetivos que nos indican las escalas existentes
de las implicaciones del razonamiento humano.
Entra en juego la semántica,
definiéndola como el uso de las expresiones lingüísticas y estoy seguro que en
nuestros hogares y escuelas nos enseñaron como primeras letras a hablar correctamente,
todo tiene su nombre y todo tiene un respeto a la identidad de cada quien y de
cada cual.
Precisamente es aquí donde me voy a
detener, para ahondar en una realidad social que hemos tomado muy a la ligera y
que nos está trayendo consecuencias negativas en lo venidero, por usar una
semántica destructiva de los hilos de una comunicación imprudente con valores
fundamentados en el irrespeto y la desconsideración de cada quien y de cada
cual, sin permitir equilibrar la balanza del trato humano hacia nuestros pares
y semejantes.
La extraña realidad que nos ahoga
permanentemente
En Venezuela hemos ido deteriorando
nuestros procesos comunicacionales. Hablo de mi país para no profundizar en
otros que ya son conocidos por sus banalidades lingüísticas.
En lo familiar cuando alguien de mi
casa usaba incorrectamente el vocabulario ¡era inmediatamente corregido! Mi
padre y mi madre, celosos custodios de nuestras expresiones verbales decían ¡cada
cosa tiene su correcta expresión, no ensucie su boca!
Caramba era una fórmula de corregir
lo mal hablado sin miramientos, agradecido de ellos estoy, sin duda alguna.
Hoy en día hablar chabacanamente, por
decirlo así, es sinónimo de popular, ¡pues craso error!
Una cosa es ser popular y otra es
destruir el sistema de comunicación utilizando la banalización del idioma. Es
preocupante que hasta en los niveles gubernamentales estemos cayendo en esa
predica de destrucción. Usamos la palabra “Chamba” que es una expresión popular
para identificar a otra palabra respetable y de gran connotación la cual es
“Trabajo”. Hemos torpedeado una palabra que denota dignidad, arte, abnegación,
salario y respeto, por otra que sabemos ex profeso, no se identifica con las
expresiones precitadas. Quien puede sentirse respetable en un empleo calificado
de chamba, verbigracia, trabajo banal, sin importancia, ocupación u oficio
indecoroso. Como se sentirá el desprecio de quienes se ven obligados a emplear
elementos sin ningún tipo de entrenamiento y capacidad para desarrollar tareas
específicas porque simplemente van a chambear. ¡Hasta cuando permitiremos esta
destrucción!
De igual manera acontece con el mal
llamado e indignante empleo de la palabra “Bachaquero” y voy a hacer una
apreciación lingüística muy particular en esta expresión popular.
Bachaquero es sinónimo ahora en
nuestro país de “Criminal”, entiéndase: el que participa, es cómplice, se
alinea, se complota, asiste, planifica y actúa en consecuencia para robar a sus
congéneres. ¿Cómo podemos restarle peso e importancia llamando bachaquero a
quien o quienes actúan como lo que son? ¡Criminales!
Cuestionamientos criminales
¿Cuántas personas han muerto en
Venezuela, porque no pueden comprar sus medicinas debido a que un bachaquero
tiene el producto, pero lo revende a un precio criminal?
¿Cuántas personas sufren cada día por
no poder adquirir un producto alimenticio a precio justo, debido
irremediablemente a la presencia de un bachaquero criminal?
¿Cuántas personas tienen que hacerse
la vista gorda y convivir con bachaqueros que son en realidad criminales?
¿Cuánto tiempo tardarán nuestros
legisladores en entender que esta actividad es controlada por una mafia?
Organización clandestina de criminales que ejerce su poder mediante el
chantaje, la violencia y el crimen que es en sí, apología del peor cinismo
criminal.
¿Cuándo el Estado hará uso de su
poder controlador para destruir hasta sus cimientos, este bandidaje criminal,
que se ha apoderado del sistema de vida en comunidad de una sociedad azotada,
por utilizar términos populares para restarle importancia a los verdaderos
actos criminales?
Sin duda alguna, este escrito es un
clamor popular, necesitamos recobrar la decencia, necesitamos recuperar la
sindéresis, necesitamos volver a nuestros valores de dignidad, necesitamos
enfrentar campal y cabalmente esta nueva amenaza a la seguridad de la Nación.
¡Estoy plenamente
convencido, que el verdadero rostro del enemigo con este escrito, quedó
develado!
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