Escrito por:
Teniente Coronel
Edgar Alejandro Lugo Pereira.
Msc. en Historia
Militar.
Modelando el
pasaje introductorio.
Estamos en la
actualidad sumergidos en contradicciones dogmáticas, politicas, económicas y religiosas,
producto de la conversión de la sociedad venezolana hacia nuevos horizontes,
propiciados necesariamente, para la transformación progresiva de los modelos de
gobernanza tradicionales hacia un Estado de Derecho, justicia social y
distribución de la riqueza, adecuados y garantizar la estabilidad de la
República Bolivariana de Venezuela, enrumbando el progreso de la Nación
marginada desde 1810, por importantes grupos de poder que controlaban los modos
de producción económicos para su beneficio en detrimento de las grandes
mayorías poblacionales que fueron explotadas, sin recibir beneficios sociales,
educativos y económicos para su sobrevivencia.
Era necesario
aplicar estas fórmulas de dominación, mantener una mano de obra dedicada a la
explotación de las riquezas agrícolas, pecuarias y minerales que no saliera
costosa, no generara inversión social y mucho menos educación formal evitando
así, conatos de resistencia en contra del planteado y milenario modelo de
explotación del hombre por el hombre. Una sociedad exhausta, enferma y con la
autoestima baja era más que suficiente, para doblegar el ímpetu del cambio de
cualquier grupo social que persiguiera alcanzar importantes metas para satisfacer sus necesidades.
Así
transcurrieron doscientos años desde el inicio del proceso emancipatorio y, los resultados de revoluciones y contrarrevoluciones dejaron un saldo negativo
y una deuda social calamitosa y recalcitrante, favoreciendo a los grupos de
poder que paulatinamente alcanzaron el perfeccionamiento de sus planes de
explotación, generando acumulaciones de riqueza y empobreciendo
sistemáticamente a las grandes mayorías marginadas del sistema social
imperante, basado estrictamente en la imposición de clases sociales muy bien
delimitadas gracias a la herencia oprobiosa española.
Este fenómeno no
fue propio de Venezuela y sus conciudadanos, está extendido por toda la
geografía latinoamericana, con peores manifestaciones que las propias ya
mencionadas en párrafos anteriores. Sin embargo, solo trataremos el caso
nacional que es sui generis y ha traído como consecuencia, marcar una identidad
libertaria exportada a todo el Continente Americano. No es
casualidad que los movimientos independentistas hayan sido estimulados,
canalizados y liderados por venezolanos, seguidos posteriormente por
representantes de cada nación, en su afán de regir sus destinos.
Es contradictorio
encontrarse con el fenómeno de la independencia americana lograda a partir de
1826, y no saber resolver el paradigma cultural de la estratificación de las
clases sociales. ¿Qué haremos ahora con toda esta gente? Era un cuestionamiento
reiterado y sin una inmediata solución. Mientras las grandes mayorías,
presentían que solo cambiaría el antiguo amo, pero el garrote seria el mismo y
en nuevas manos los castigaría con más fuerza.
Lamentablemente
este dilema social no ha sido resuelto y por descargo, ha favorecido el
mantenimiento de las oligarquías políticas, económicas, religiosas y militares
muy bien apuntaladas gracias a la interpretación de la filosofía positivista
imponiendo su dogma “Orden y Progreso”. Traduciendo la primera palabra del
dogma, nos conduciría a inferir a “Orden” como: explotación, represión,
esclavitud, para alcanzar en la segunda palabra del dogma, el referido “Progreso”.
¡Pero qué precio tuvieron que pagar las grandes mayorías marginadas!
Todo el entramado
legal latinoamericano reposa bajo la égida de esta premisa filosófica
positivista, concurriendo una suerte de aciertos y contradicciones que como
paradigma cultural impuesto, ha camuflado perfectamente las intenciones reales
de todos los que a través del manejo del poder, han tenido la facilidad de
interpretarla acomodaticiamente para favorecer sus propios intereses. Han
existido intentos nacionales para derrumbar estas viles estructuras legales,
pero todas han desembocado en cruentos enfrentamientos con saldo aún más
doloroso, dejándo la responsabilidad a los historiadores para que narren a
posteriori y edulcoradamente, sus lamentables resultados. En fin, así se ha
manejado la cosa social dentro del espectro del realismo mágico citando una
frase de Gabriel García Márquez.
Enfrentando el
tema.
Año 2017. Ha
recrudecido con una virulencia tenaz, el enfrentamiento de una clase social,
política y religiosa considerada por mucho tiempo como la regidora por derecho
impuesto y divino de los destinos de la sociedad venezolana. Esta clase
educada, universitaria más o menos pudiente (clase media), apuntalada por la
clase más adinerada reconocida históricamente como los amos del valle,
descripción tomada por Miguel Otero Silva y relatado en su extraordinario libro de idéntico nombre. Se encuentran diseminados por todo el país, han convertido
los espacios geográficos donde habitan, en cotos cerrados y exclusivos,
reservados para esta minoría, aplicando el sistema cultural de otras latitudes, de preferencia
estadounidense gracias en su totalidad, al costumbrismo del ghetto del
petróleo, aislando del resto de la sociedad a sus miembros considerados como
élites económicas modernas nacidas a partir de finales de la década de los años
treinta y reforzada por la inmigración de españoles, italianos y portugueses de
mediados de los años cincuenta del siglo XX.
Cuesta señalar a
priori, cómo entender el fenómeno grupal del comportamiento segregacionista hoy en día diseminado por todo el país, sin embargo, ha ocurrido una implosión
de los valores intrínsecos de la cultura venezolanista apoyándose en
experiencias allende frontera, aplicados bajo un plan de manipulación
psicológica desarrollado desde el año 2002 y después de 15 años de exposición
casi virulenta, está dejando ver los daños colaterales muy difíciles de
diagnosticar sobre el tejido social que nos permite mantener la sindéresis adecuada
para enfrentar la violencia sin llegar a materializarla, como está ocurriendo
desde abril de 2017. Se ha despertado en estos grupos sociales señalados en párrafos
anteriores, un apetito por dejar bien claro que la violencia representa el
camino siguiente para reclamar sus privilegios que consideran perdidos por
cualquier ente responsable, denominado: gobierno, los pobres, distribución justa
de la riqueza, inversión social, misiones, entre otros.
Para el
imaginario colectivo de estos grupos sociales, habría que depositar toda la
saña posible para recuperar su área de interés usurpada en nombre de
la máxima felicidad posible para un pueblo definido por su estatus social. Las
grandes mayorías según su arquitectura de principios morales, simplemente son
excedentes parasitarios cuya existencia deben al amo que los alimenta. Comportamiento
histórico y reiterado que ha sido parte de nuestra evolución republicana y al
cual no se ha dado una solución definitiva y contundente.
Bolívar definió
con un pensamiento este dilema. “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su
propia destrucción”. Lapidaria frase y nos deja entrever lo siguiente. ¡Tan
ignorante es aquel que no recibe las luces, como aquel que conscientemente las
tiene y premeditadamente se las apaga!
¿Quién será el más
ignorante?
Pues bien, es
menester colocar este dilema en su sano contexto para responder las
actuales interrogantes y el enorme vacío causado precisamente por la negación absoluta
de la tolerancia, bálsamo que ayuda a sobrellevar el mejor entendimiento entre
la diversidad de los grupos sociales enfrentados entre sí, debido a la confrontación
de sus intereses.
Apertura de válvulas
de escape.
Se deben generar
los espacios necesarios para que los niveles de intolerancia existentes en la República
Bolivariana de Venezuela, bajen y sean los más adecuados para desintoxicar los
comportamientos grupales que están afectando por igual a todos sus ciudadanos.
El dialogo debe estar acompañado de acciones inmediatas propiciadoras del mejor
escenario de entendimiento, para ello, es menester negociar los desencuentros
reactivando con sinceridad y correcta aplicación, un sin número de estrategias
enmarcadas en acciones económicas, políticas y socio culturales, para acercarnos a terrenos armónicos que nos conduzcan lo más pronto posible, a la recomposición
del tejido social peligrosamente desmadejado y sensiblemente afectado, por la imposición
de cada visión particular del mundo en el desespero de encontrar un camino en común,
evitando obligar a unos y a otros a aceptar a ultranza, modelos de gobernanza
que demandan tiempo de maduración y aceptación definitiva. Se ha
procesado una experiencia extraordinaria, llevando nuevas alternativas de
progreso jamás alcanzadas sin atender la gigantesca deuda social
acumulada por más de dos siglos de puros desaciertos en materia social.
Devolvamos a la ciudadanía la credibilidad en sus gobernantes, en sus liderazgos y en sus
verdaderas pretensiones. Los servidores públicos deben ser el principal
reservorio moral de la sociedad. No podemos aceptar que los médicos, maestros, policías,
bomberos y demás funcionarios que dedican su vida a garantizar la paz social,
sean los peores asalariados y desamparados en sus propias funciones. ¡El
imperio de la ley debe ser nuestra prioridad! ¡Sin respeto al Estado de Derecho, propicia el exceso de quienes ven la oportunidad de violentarlo!
No se puede
continuar con la pretensión que un pueblo ocioso y desocupado es sinónimo de
felicidad, al contrario, este país requiere con suma urgencia estratégica ocupar
a sus ciudadanos bajo una cultura de amor al trabajo y por ende la transformación
necesaria para avanzar radicalmente es, aperturar turnos laborales remunerados
para que cada quien decida si con un trabajo, dos o tres vivirá adecuadamente. ¡El
ocio es la madre de todos los vicios aceptémoslo inmediatamente!
Tenemos una
sociedad ociosa, improductiva y potencialmente peligrosa y para aquellos
planificadores de amenazas creadas artificialmente que buscan generar
desestabilizaciones en todos los órdenes de un país, es caldo de cultivo para
dar al traste con cualquier plan de desarrollo industrial, manufacturero,
profesional y artesanal implementado. Tenemos a la disposición experiencias
históricas exitosas y hay que aplicarlas con la urgencia del caso,
antes de perder el control definitivo de la paz.
Debo cerrar este
artículo con un pensamiento de Gastón Bouthoul.
“LA VICTORIA HA
FAVORECIDO A UNO U OTRO BELIGERANTE, UNO GANABA LA GUERRA, PERO INEXORABLEMENTE
LOS DOS PERDIAN LA PAZ”.
TEXTO INICIAL DE LA EDITORIAL DE LA
REVISTA
“GUERRES ET PAIX “PUBLICADA EN 1966.
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