miércoles, 31 de mayo de 2017

Artículo. Hay que llamar al sujeto por su nombre


Escrito por:
Teniente Coronel Edgar Alejandro Lugo Pereira.
Msc. en Historia Militar.

Modelando el pasaje introductorio.

Estamos en la actualidad sumergidos en contradicciones dogmáticas, politicas, económicas y religiosas, producto de la conversión de la sociedad venezolana hacia nuevos horizontes, propiciados necesariamente, para la transformación progresiva de los modelos de gobernanza tradicionales hacia un Estado de Derecho, justicia social y distribución de la riqueza, adecuados y garantizar la estabilidad de la República Bolivariana de Venezuela, enrumbando el progreso de la Nación marginada desde 1810, por importantes grupos de poder que controlaban los modos de producción económicos para su beneficio en detrimento de las grandes mayorías poblacionales que fueron explotadas, sin recibir beneficios sociales, educativos y económicos para su sobrevivencia.

Era necesario aplicar estas fórmulas de dominación, mantener una mano de obra dedicada a la explotación de las riquezas agrícolas, pecuarias y minerales que no saliera costosa, no generara inversión social y mucho menos educación formal evitando así, conatos de resistencia en contra del planteado y milenario modelo de explotación del hombre por el hombre. Una sociedad exhausta, enferma y con la autoestima baja era más que suficiente, para doblegar el ímpetu del cambio de cualquier grupo social que persiguiera alcanzar importantes metas para satisfacer sus necesidades.

Así transcurrieron doscientos años desde el inicio del proceso emancipatorio y, los resultados de revoluciones y contrarrevoluciones dejaron un saldo negativo y una deuda social calamitosa y recalcitrante, favoreciendo a los grupos de poder que paulatinamente alcanzaron el perfeccionamiento de sus planes de explotación, generando acumulaciones de riqueza y empobreciendo sistemáticamente a las grandes mayorías marginadas del sistema social imperante, basado estrictamente en la imposición de clases sociales muy bien delimitadas gracias a la herencia oprobiosa española.

Este fenómeno no fue propio de Venezuela y sus conciudadanos, está extendido por toda la geografía latinoamericana, con peores manifestaciones que las propias ya mencionadas en párrafos anteriores. Sin embargo, solo trataremos el caso nacional que es sui generis y ha traído como consecuencia, marcar una identidad libertaria exportada a todo el Continente Americano. No es casualidad que los movimientos independentistas hayan sido estimulados, canalizados y liderados por venezolanos, seguidos posteriormente por representantes de cada nación, en su afán de regir sus destinos.

Es contradictorio encontrarse con el fenómeno de la independencia americana lograda a partir de 1826, y no saber resolver el paradigma cultural de la estratificación de las clases sociales. ¿Qué haremos ahora con toda esta gente? Era un cuestionamiento reiterado y sin una inmediata solución. Mientras las grandes mayorías, presentían que solo cambiaría el antiguo amo, pero el garrote seria el mismo y en nuevas manos los castigaría con más fuerza.

Lamentablemente este dilema social no ha sido resuelto y por descargo, ha favorecido el mantenimiento de las oligarquías políticas, económicas, religiosas y militares muy bien apuntaladas gracias a la interpretación de la filosofía positivista imponiendo su dogma “Orden y Progreso”. Traduciendo la primera palabra del dogma, nos conduciría a inferir a “Orden” como: explotación, represión, esclavitud, para alcanzar en la segunda palabra del dogma, el referido “Progreso”. ¡Pero qué precio tuvieron que pagar las grandes mayorías marginadas!

Todo el entramado legal latinoamericano reposa bajo la égida de esta premisa filosófica positivista, concurriendo una suerte de aciertos y contradicciones que como paradigma cultural impuesto, ha camuflado perfectamente las intenciones reales de todos los que a través del manejo del poder, han tenido la facilidad de interpretarla acomodaticiamente para favorecer sus propios intereses. Han existido intentos nacionales para derrumbar estas viles estructuras legales, pero todas han desembocado en cruentos enfrentamientos con saldo aún más doloroso, dejándo la responsabilidad a los historiadores para que narren a posteriori y edulcoradamente, sus lamentables resultados. En fin, así se ha manejado la cosa social dentro del espectro del realismo mágico citando una frase de Gabriel García Márquez.

Enfrentando el tema.

Año 2017. Ha recrudecido con una virulencia tenaz, el enfrentamiento de una clase social, política y religiosa considerada por mucho tiempo como la regidora por derecho impuesto y divino de los destinos de la sociedad venezolana. Esta clase educada, universitaria más o menos pudiente (clase media), apuntalada por la clase más adinerada reconocida históricamente como los amos del valle, descripción tomada por Miguel Otero Silva y relatado en su extraordinario libro de idéntico nombre. Se encuentran diseminados por todo el país, han convertido los espacios geográficos donde habitan, en cotos cerrados y exclusivos, reservados para esta minoría, aplicando el sistema cultural de otras latitudes, de preferencia estadounidense gracias en su totalidad, al costumbrismo del ghetto del petróleo, aislando del resto de la sociedad a sus miembros considerados como élites económicas modernas nacidas a partir de finales de la década de los años treinta y reforzada por la inmigración de españoles, italianos y portugueses de mediados de los años cincuenta del siglo XX.

Cuesta señalar a priori, cómo entender el fenómeno grupal del comportamiento segregacionista hoy en día diseminado por todo el país, sin embargo, ha ocurrido una implosión de los valores intrínsecos de la cultura venezolanista apoyándose en experiencias allende frontera, aplicados bajo un plan de manipulación psicológica desarrollado desde el año 2002 y después de 15 años de exposición casi virulenta, está dejando ver los daños colaterales muy difíciles de diagnosticar sobre el tejido social que nos permite mantener la sindéresis adecuada para enfrentar la violencia sin llegar a materializarla, como está ocurriendo desde abril de 2017. Se ha despertado en estos grupos sociales señalados en párrafos anteriores, un apetito por dejar bien claro que la violencia representa el camino siguiente para reclamar sus privilegios que consideran perdidos por cualquier ente responsable, denominado: gobierno, los pobres, distribución justa de la riqueza, inversión social, misiones, entre otros.

Para el imaginario colectivo de estos grupos sociales, habría que depositar toda la saña posible para recuperar su área de interés usurpada en nombre de la máxima felicidad posible para un pueblo definido por su estatus social. Las grandes mayorías según su arquitectura de principios morales, simplemente son excedentes parasitarios cuya existencia deben al amo que los alimenta. Comportamiento histórico y reiterado que ha sido parte de nuestra evolución republicana y al cual no se ha dado una solución definitiva y contundente.

Bolívar definió con un pensamiento este dilema. “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”. Lapidaria frase y nos deja entrever lo siguiente. ¡Tan ignorante es aquel que no recibe las luces, como aquel que conscientemente las tiene y premeditadamente se las apaga!

¿Quién será el más ignorante?

Pues bien, es menester colocar este dilema en su sano contexto para responder las actuales interrogantes y el enorme vacío causado precisamente por la negación absoluta de la tolerancia, bálsamo que ayuda a sobrellevar el mejor entendimiento entre la diversidad de los grupos sociales enfrentados entre sí, debido a la confrontación de sus intereses.

Apertura de válvulas de escape.

Se deben generar los espacios necesarios para que los niveles de intolerancia existentes en la República Bolivariana de Venezuela, bajen y sean los más adecuados para desintoxicar los comportamientos grupales que están afectando por igual a todos sus ciudadanos. El dialogo debe estar acompañado de acciones inmediatas propiciadoras del mejor escenario de entendimiento, para ello, es menester negociar los desencuentros reactivando con sinceridad y correcta aplicación, un sin número de estrategias enmarcadas en acciones económicas, políticas y socio culturales, para acercarnos a terrenos armónicos que nos conduzcan lo más pronto posible, a la recomposición del tejido social peligrosamente desmadejado y sensiblemente afectado, por la imposición de cada visión particular del mundo en el desespero de encontrar un camino en común, evitando obligar a unos y a otros a aceptar a ultranza, modelos de gobernanza que demandan tiempo de maduración y aceptación definitiva. Se ha procesado una experiencia extraordinaria, llevando nuevas alternativas de progreso jamás alcanzadas sin atender la gigantesca deuda social acumulada por más de dos siglos de puros desaciertos en materia social.

Devolvamos a la ciudadanía la credibilidad en sus gobernantes, en sus liderazgos y en sus verdaderas pretensiones. Los servidores públicos deben ser el principal reservorio moral de la sociedad. No podemos aceptar que los médicos, maestros, policías, bomberos y demás funcionarios que dedican su vida a garantizar la paz social, sean los peores asalariados y desamparados en sus propias funciones. ¡El imperio de la ley debe ser nuestra prioridad! ¡Sin respeto al Estado de Derecho, propicia el exceso de quienes ven la oportunidad de violentarlo!

No se puede continuar con la pretensión que un pueblo ocioso y desocupado es sinónimo de felicidad, al contrario, este país requiere con suma urgencia estratégica ocupar a sus ciudadanos bajo una cultura de amor al trabajo y por ende la transformación necesaria para avanzar radicalmente es, aperturar turnos laborales remunerados para que cada quien decida si con un trabajo, dos o tres vivirá adecuadamente. ¡El ocio es la madre de todos los vicios aceptémoslo inmediatamente!

Tenemos una sociedad ociosa, improductiva y potencialmente peligrosa y para aquellos planificadores de amenazas creadas artificialmente que buscan generar desestabilizaciones en todos los órdenes de un país, es caldo de cultivo para dar al traste con cualquier plan de desarrollo industrial, manufacturero, profesional y artesanal  implementado. Tenemos a la disposición experiencias históricas exitosas y hay que aplicarlas con la urgencia del caso, antes de perder el control definitivo de la paz.

Debo cerrar este artículo con un pensamiento de Gastón Bouthoul.

“LA VICTORIA HA FAVORECIDO A UNO U OTRO BELIGERANTE, UNO GANABA LA GUERRA, PERO INEXORABLEMENTE LOS DOS PERDIAN LA PAZ”.

TEXTO INICIAL DE LA EDITORIAL DE LA REVISTA
“GUERRES ET PAIX “PUBLICADA EN 1966.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario