Carta del Profesor Jorge Portilla
al Teniente Coronel Edgar Lugo
Primeras reflexiones sobre la paz
Si vis pacem, para bellum.
Flavius Vegetius Renatus,
siglo IV.[1]
Der
Krieg ist eine bloße Fortsetzung der Politik mit anderen Mitteln.
Carl
Philipp Gottfried von Clausewitz (1780
1831).
Mientras la condición normal de las cosas suele ser existir en un estado
perturbado, se entiende por paz la propiedad de un estado de cosas tal que sufra
un grado de perturbación inferior a un umbral establecido. Y esta paz es reputada buena porque excesivas perturbaciones pueden
acabar con muchísimos proyectos de vida o con la vida misma. Una de las perturbaciones más persistentes, a nivel social y personal,
es el conflicto, en el cual, una o más partes reclaman algo poseído o reclamado
también por otra u otras partes.
En teoría, parecería que la resolución o minimización de los conflictos
contribuiría a la formación del estado de paz. Pero, un modo tradicional de
eliminar algunos conflictos es mediante alguna aplicación de la violencia (que
a veces sea institucionalizada no quita necesariamente sus efectos o
consecuencias indeseables). Una de esas aplicaciones de violencia, muchas veces institucionalizada,
es la guerra. Desde una perspectiva neutral, la guerra puede apreciarse como
una expresión de la incapacidad del ser humano para vivir racionalmente en
sociedad; para resolver o aliviar problemas y conflictos mit anderen Mitteln diversos de la violencia.
Toda guerra es, en cierto modo, pírrica: aún los triunfadores pagan un
precio elevado, por mínimo que sea, en dolor, muerte y proyectos de vida
destruidos. Dedicar la victoria a los caídos no cambia mucho su existencia
truncada y el vacío de su ausencia. Gritar que no murieron en vano es injusto
para los que cayeron del lado enemigo, aunque no nos importen. Luego, según un sencillo razonamiento, minimizar conflictos parecería un
modo certero de aumentar el estado de paz. Más aún, podríamos definir una paz
concreta y razonable como aquel estado de una sociedad que resuelve los
conflictos con el uso mínimo o nulo de la violencia.
Una derivación aparente de este modo de pensar sería reducir al mínimo
los implementos para la guerra, sean ejércitos o armamentos o ambos.
Pero sería ingenuo supones que una desmovilización o un desarme masivo producirían
automáticamente una situación de paz – de hecho, podrían generar un efecto
contrario al facilitar la rapiña. Se requiere un proceso inteligente y complejo
para evitar que otras partes aprovechen la guardia baja que se estaría
ofreciendo. Teóricamente es posible pensar en una red de acuerdos entre naciones,
pero los mismos, simbólicos al fin, como el dinero, deberán poseer algún
respaldo real, el cual implica, de algún modo, por lo menos la disponibilidad
de la fuerza.
Tampoco los acuerdos son totalmente efectivos para la que Thomas Hobbes (1588
1679) consideraba la peor de las guerras: la civil. Para evitarla propuso en Leviathan la idea del soberano absoluto,
concepto que hoy en día resulta inaceptable. Luego están los intereses de la industria de la guerra. Y no se habla
aquí, necesariamente, de mercaderes de armamentos, “perros de guerra”[2]
o mercenarios, sino que las economías bélicas suelen ser muy fructíferas, sin
contar con la triste realidad, del aumento del conocimiento que puede generar
un status belli.
En síntesis, la silueta de la paz se dibuja sobre un fondo de conflicto
y, dentro de éste, el de la guerra. Complejo sistema donde el elemento
regulador puede ser un amplificador de desequilibrios. Y es que la guerra y la paz,
o la paz y la guerra, se constituyen mutuamente.
Más que prepararse para la guerra – como quería Vegesio – debe
trabajarse para reducir los conflictos o las condiciones propicias para éstos.
Al lado de una educación ciudadana para la paz, junto al llamado a la
conciencia individual imprescindible que ella implica, deben procurarse
soluciones objetivas a las potencialidades conflictivas. Por ejemplo:
·
Espacios geopolíticos en reclamación.
·
Crecimiento demográfico (Malthus).
·
Inmigración (legal e ilegal; aspectos económicos).
·
Pobre oferta laboral. Influencia de la tecnología. Tecnología y
desarrollo, y tecnología y subdesarrollo.
·
Carrera armamentista.
·
Pobreza extrema, incluyendo hambre y sed (Ruanda).
·
Crisis financieras (actuales y anteriores).
·
Delincuencia organizada o no.
·
Injusticia. No separación de poderes.
·
Desigualdad.
·
Tiranías y pseudo-democracias.
·
Populismos. Lo comunitario y lo social. El divisionismo.
·
Fanatismos ideológicos o religiosos.
·
Terrorismo. Terrorismo de Estado.
Nótese, de paso, que muchas de estas potencialidades se ejercen bajo
supuestas causas genuinas o sencillamente nobles (terrorismo como lucha de
liberación, por ejemplo).
Una conferencia sobre la paz debería contemplar éstos y muchos otros
factores que causan conflictos, los cuales, a su vez, pueden gatillar guerras.
El objetivo de estas líneas es ayudar a delinear temas y expositores más
concretos.
Un programa, pensado “en voz alta”, con base en las reflexiones
expuestas, podría ser algo así:
La guerra. La violencia como medio de solucionar problemas. El temor
(Sun Tsu).
Lo militar como especialización del trabajo. El
cambio histórico de su relevancia política, de sus visiones y de sus
características operativas.
Generaciones de las guerras.
Argumentos para la guerra (defensa, patria, religión,
honor). Condiciones materiales de las guerras. Desencadenantes. Atractores.
Beneficios y penurias de la guerra.
Tipos de conflicto con potencial
desencadenante. Escaladas.
Áreas de conflicto en el mundo.
La paz. Soluciones posibles, métodos posibles,
éticas posibles.
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