GENERAL EN JEFE JOSÉ ANTONIO PAÉZ.
SU OBRA, SU ACCIÓN, SU LEGADO, SUS ERRORES,
SU
CASTIGO Y SU REDENCIÓN
Tcnel (Ret) Edgar Alejandro
Lugo Pereira
Especialista en Historia
Militar
Saludos compañeros de
la Promoción General en Jefe "José Antonio Paéz", mañana se cumplen
223 años del nacimiento del paladín de El Yagual, Mucuritas, Queseras del Medio
y vencedor absoluto en Carabobo. Hay que sentir orgullo pleno de portar con
honor y gallardía un distintivo de combate de dimensiones colosales, comparado
solo con Ajax, Ulises, Prometeo, Odiseo y los grandes capitanes de la historia
universal. Sin embargo sabemos que cometió errores imperdonables.
Todos los héroes
militares de una u otra manera, al abrazar la política mal conducida y manipulada
por los traficantes de poder han caído en desgracia. Paéz fue adulado,
maquillado, comprado, manejado y comprometido, con poderes que él Taita no podía
controlar, como controlaba su lanza en el campo de batalla, arma noble que lo
lleno de gloria absoluta.
Se enfrentó a un nuevo
teatro de la guerra, la corrupción generalizada, los poderes económicos del
gran capital estadounidense. “La Doctrina Monroe”. “América para los americanos”
¿cuál América? La de Wall Street. Para el Catire y su desconocimiento implícito
de estos procesos avasalladores que hoy en día tienen sometidas a sociedades
alrededor del orbe eran incomprensibles, o como el mismo lo expreso
contundentemente: “Esta es mi patriecita”. Podemos inferir que su cosmovisión era
sumamente limitada.
Que se podía esperar
de un hombre ingenuo curtido por el sol de la sabana, bañado por las aguas de
los morichales y como manto un cielo que lo acobijaba. Para mi comprensión y dejándole
la interpretación a ustedes mis respetados compañeros de armas, simplemente “SE
ENCONTRO SOLO”. El hombre frente a sus circunstancias. No contaba con la
inteligencia de un Sucre que lo guiara, de un Rondón, que cabalgara irredento,
salvando la patria en “Pantano de Vargas” de un O’Leary que le advirtiera las
emboscadas del camino, de un aguerrido soldado que gritara a viva voz “Campo, Campo
quien sois… Bermúdez. De un digno Urdaneta que suplico a Bolívar el
fusilamiento del traidor Santander, de un Pedro Camejo indomable, y de un
estadista consumado como “EL LIBERTADOR”
Quien podría construir
una república bisoña con tan poca visión en conjunto, “NADIE” sépanlo compañeros
“NADIE”, la historia no tiene tribunales para juzgar a los grandes capitanes,
son los pueblos y sus memorias colectivas que se encargaran de juzgarlos a
cabalidad. Los grandes capitanes solo ofrendan su vida por la libertad y por
sus ideales.
Quizás en la impronta
del hombre avezado, José Antonio, perdió su más importante batalla, “FUE
DERROTADO POR SUS DEMONIOS”. Doblegaron su lanza y enterraron su punta
inmarcesible en algún rincón recóndito de la sabana que tanto amo.
Nos corresponde
centauros, rescatar su legado militar día a día. No debemos permitir que su lanza
sea mancillada más, su obra militar es imponderable, única e irrepetible. ¿Que
se equivocó? “SI” y lo pago caro, con exilio, la muerte de su esposa en
ausencia, perdió su moral política, fue humillado y actualmente defenestrado. ¿No
nos equivocamos nosotros constantemente?
Pero hay que
reconocerle humildemente que su contribución a la consolidación de la
nacionalidad y de nuestra identidad como Estado es innegable.
El General Bolívar lo
busco en Cañafístola, encontrando al mayordomo como le mentaban sus llaneros
invencible, Bolívar había sufrido grandes derrotas y gracias al encuentro
afortunado del “Ejercito Libertador” con la caballería llanera, es que se transfiguran
los batallones patriotas en unidades tácticas de maniobra monolíticas, con una
disciplina digna de ser admirada, y demostrada con gallardía en “La Batalla de
Carabobo”, próximos ya a cumplir “El Centésimo Nonagésimo Segundo Aniversario”
de tan rutilante empresa militar, y precisamente Paéz, es quien destroza con su
impetuosa caballería, ayudado por la Legión Británica (hoy Batallón Carabobo) y
el Bravos de Apure, hoy pertenecientes a la gloriosa Arma del Blindado, a los
batallones realistas que salieron despavoridos rumbo a Puerto Cabello, para más
nunca salir de allí, hasta que el 8 de noviembre de 1823, Paéz, Marino y Bermúdez,
tres Generales en Jefe, en una operación conjunta y combinada, por mar y
tierra, toman por asalto la fortaleza de San Felipe (hoy Base Naval Agustín
Armario) haciendo capitular al último Capitán General español, para nunca jamás
permitir posar al enemigo sus botas conquistadoras en tierras venezolanas.
Centauros que mis
letras les acompañen siempre. Dios me los bendiga.
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