miércoles, 12 de junio de 2013


GENERAL  EN  JEFE JOSÉ ANTONIO PAÉZ. 

SU  OBRA, SU ACCIÓN, SU LEGADO, SUS ERRORES,

SU CASTIGO Y SU REDENCIÓN

Tcnel (Ret) Edgar Alejandro Lugo Pereira

Especialista en Historia Militar

Saludos compañeros de la Promoción General en Jefe "José Antonio Paéz", mañana se cumplen 223 años del nacimiento del paladín de El Yagual, Mucuritas, Queseras del Medio y vencedor absoluto en Carabobo. Hay que sentir orgullo pleno de portar con honor y gallardía un distintivo de combate de dimensiones colosales, comparado solo con Ajax, Ulises, Prometeo, Odiseo y los grandes capitanes de la historia universal. Sin embargo sabemos que cometió errores imperdonables.

Todos los héroes militares de una u otra manera, al abrazar la política mal conducida y manipulada por los traficantes de poder han caído en desgracia. Paéz fue adulado, maquillado, comprado, manejado y comprometido, con poderes que él Taita no podía controlar, como controlaba su lanza en el campo de batalla, arma noble que lo lleno de gloria absoluta.

Se enfrentó a un nuevo teatro de la guerra, la corrupción generalizada, los poderes económicos del gran capital estadounidense. “La Doctrina Monroe”. “América para los americanos” ¿cuál América? La de Wall Street. Para el Catire y su desconocimiento implícito de estos procesos avasalladores que hoy en día tienen sometidas a sociedades alrededor del orbe eran incomprensibles, o como el mismo lo expreso contundentemente: “Esta es mi patriecita”. Podemos inferir que su cosmovisión era sumamente limitada.

Que se podía esperar de un hombre ingenuo curtido por el sol de la sabana, bañado por las aguas de los morichales y como manto un cielo que lo acobijaba. Para mi comprensión y dejándole la interpretación a ustedes mis respetados compañeros de armas, simplemente “SE ENCONTRO SOLO”. El hombre frente a sus circunstancias. No contaba con la inteligencia de un Sucre que lo guiara, de un Rondón, que cabalgara irredento, salvando la patria en “Pantano de Vargas” de un O’Leary que le advirtiera las emboscadas del camino, de un aguerrido soldado que gritara a viva voz “Campo, Campo quien sois… Bermúdez. De un digno Urdaneta que suplico a Bolívar el fusilamiento del traidor Santander, de un Pedro Camejo indomable, y de un estadista consumado como “EL LIBERTADOR”

Quien podría construir una república bisoña con tan poca visión en conjunto, “NADIE” sépanlo compañeros “NADIE”, la historia no tiene tribunales para juzgar a los grandes capitanes, son los pueblos y sus memorias colectivas que se encargaran de juzgarlos a cabalidad. Los grandes capitanes solo ofrendan su vida por la libertad y por sus ideales.

Quizás en la impronta del hombre avezado, José Antonio, perdió su más importante batalla, “FUE DERROTADO POR SUS DEMONIOS”. Doblegaron su lanza y enterraron su punta inmarcesible en algún rincón recóndito de la sabana que tanto amo.

Nos corresponde centauros, rescatar su legado militar día a día. No debemos permitir que su lanza sea mancillada más, su obra militar es imponderable, única e irrepetible. ¿Que se equivocó? “SI” y lo pago caro, con exilio, la muerte de su esposa en ausencia, perdió su moral política, fue humillado y actualmente defenestrado. ¿No nos equivocamos nosotros constantemente?

Pero hay que reconocerle humildemente que su contribución a la consolidación de la nacionalidad y de nuestra identidad como Estado es innegable.

El General Bolívar lo busco en Cañafístola, encontrando al mayordomo como le mentaban sus llaneros invencible, Bolívar había sufrido grandes derrotas y gracias al encuentro afortunado del “Ejercito Libertador” con la caballería llanera, es que se transfiguran los batallones patriotas en unidades tácticas de maniobra monolíticas, con una disciplina digna de ser admirada, y demostrada con gallardía en “La Batalla de Carabobo”, próximos ya a cumplir “El Centésimo Nonagésimo Segundo Aniversario” de tan rutilante empresa militar, y precisamente Paéz, es quien destroza con su impetuosa caballería, ayudado por la Legión Británica (hoy Batallón Carabobo) y el Bravos de Apure, hoy pertenecientes a la gloriosa Arma del Blindado, a los batallones realistas que salieron despavoridos rumbo a Puerto Cabello, para más nunca salir de allí, hasta que el 8 de noviembre de 1823, Paéz, Marino y Bermúdez, tres Generales en Jefe, en una operación conjunta y combinada, por mar y tierra, toman por asalto la fortaleza de San Felipe (hoy Base Naval Agustín Armario) haciendo capitular al último Capitán General español, para nunca jamás permitir posar al enemigo sus botas conquistadoras en tierras venezolanas.

Centauros que mis letras les acompañen siempre. Dios me los bendiga.









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